domingo, 13 de diciembre de 2015

Detrás del humo.

Se apagan las antorchas del reino. Hacía tiempo ya de eso, pena de tenerlo que pensar bajo su peso. Las cartas que no llegan a París, los acordes de domingo de otoño. Malos días para desear que llegue el jodido invierno. Los tintes depresivos del otoño sin nada para ti. Tratemos nuestros caminos. Piensa por detrás de cada momento. Por favor. Siente algo.

Aclárense por favor. Tantas canciones de autodestrucción, entradas a conciertos gritados desde la esperanza, jugando a ser discretos. Bastante perfectos veo otros escritos, culpa de noches de hace tiempo, de días de ruta lejos de lo siempre eterno. Recuerda. Y triste de mi, que decía que escribir así daña. Más pica el sonido de tambores de saber si se ha elegido la buena desviación. La que pensabas atinar sin mapa, obviando comentarios de los transeúntes y copilotos. Porque tú y tu cara de espabilado tenéis razón siempre. Claro. Valiente impertinente.


Aunque sea clavarse agujas, este curso avanzado de acupuntura llevará a la recuperación. Eso dicen los que saben de temas de edredón. Me estoy volviendo loco. No es verdad lo que escribo o no lo es lo que guardo. El público sabrá. Calentar la taza justo antes de escuchar la primavera más fría, voces desde Burgos. Escribir por guardar coherencia. Quién sabe que pasará. 

Detrás de cortinas de humo me escondo. Entre horas de cine y gente de siempre. Qué bien saber que no debo preocuparme dentro del clan, o par. 

Tarde para tantear verbos asaltados de un toque patéticamente dominguero. Mejor me duermo, esta vez sí, puede que sea lo más cuerdo, y sin embargo, de nuevo, puede que no.

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